Pasados por alto por la sociedad, los niños de la calle son, en el mejor de los casos, descuidados y, en el peor de los casos, deshumanizados. Debido a que carecen de documentos de identificación, los niños de la calle a menudo son blanco de formas que perpetúan los graves abusos contra los derechos humanos. La mayoría de los niños de la calle son sometidos, o como mínimo han sido testigos, a la brutalidad no denunciada (disparos, latigazos, violencia sexual). Otros son sacados por la fuerza de la calle por la policía en 'redadas' y llevados a 'centros de detención juvenil'.
Para poder alimentarse, muchos niños trabajan en entornos inseguros y de explotación que los exponen a los peligros del trabajo infantil, la esclavitud sexual y la trata de personas.
En Uganda, la prevalencia de la brujería también convierte a los niños de la calle en objetivos de secuestros y rituales de sacrificio de niños.
Para los niños "no registrados" (aquellos que carecen de prueba de nacimiento o identidad), todos son susceptibles de secuestro de una forma u otra porque no hay pruebas de la existencia del niño antes de su desaparición.
Miles de niños viven en las calles de Kampala y el número aumenta cada día. Estos niños son abandonados, rechazados, segregados y socialmente excluidos por la sociedad. Aún así, tienen metas, ambiciones y sueños en la vida.
Cuando nadie más cree en ellos, nuestra ambición es empoderarlos, alentarlos y apoyarlos.
Estos niños son nuestra próxima generación, los más resistentes y poderosos que un país puede tener si les damos la opción de SER